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Mostrando entradas de junio, 2008

El mendigo

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El mendigo Vive en la calle y hace tanto tiempo que nadie lo llama por su nombre que a veces él mismo piensa que ni siquiera existe. Suele sentarse en un banco del parque, siempre en el mismo, con la mirada perdida en el infinito. Lleva un sombrero gris muy raído, el mismo en verano y en invierno, y un abrigo viejo y roto, de un color indeterminado, entre negro, gris, verde y marrón oscuro. A veces extiende la mano con la palma abierta y hueca, como un cuenco y murmura una letanía ininteligible, como hacen las mujeres rumanas que piden dentro del mercado. La gente circula y finge ignorarlo, miran hacia otro lado o clavan los ojos en el suelo. Pero él permanece inmóvil en su postura, porque sabe que, tarde o temprano alguien se detendrá y dejará caer unas monedas en su mano o en el suelo. Entonces él las guardará en su puño izquierdo, porque tiene los bolsillos rotos, y marchará al mercado para gastarlas rápidamente en su pequeño placer de cada día: una caja de vino de cartón. Cam