El hombre que sabía escuchar


El hombre que sabía escuchar

Nunca pensó que aquello fuese un talento especial, pero lo cierto es que lo tenía. Paul sabía escuchar.
Tal vez porque vivía solo en mitad de un hayedo semiabandonado; quizás porque le interesaban las historias ajenas tanto o más que las suyas propias; posiblemente porque al absorber aquellos trozos de la vida de otros, como quien decora un jarrón con recortes de revistas usadas, iba llenando la suya de emociones, dudas, preguntas y respuestas. Ni siquiera él lo sabía, pero era cierto. Paul disfrutaba cuando clavaba los ojos en la persona que tuviese enfrente, y ésta le desnudaba su interior con todos sus recovecos.
Nadie se cuestionó jamás por qué ocurría aquello, pero era algo frecuente y  natural que sus vecinos acudiesen a su modesta cabaña de madera para desahogar sus problemas, para volcarle sus miedos o pedirle algún consejo. Algunos incluso recorrían varios kilómetros por aquellos caminos sin pavimentar. No importaba, si al final sabían que podrían encontrar aquella mirada serena, la paciencia, la empatía que solamente Paul sabía dispensar a manos llenas, como quien ofrece su casa en mitad de la lluvia, o una ropa de abrigo en una noche de invierno.
Paul, con sus pequeños ojos verdes rodeados de arrugas, la expresión serena de su rostro curtido por el viento y los años, los labios delgados casi siempre callados, convivía con ese don sin darle demasiada importancia. Tal vez no imaginaba que aquellos instantes de escucha fuesen tan importantes para los vecinos que le visitaban. Para él escuchar era algo normal, no tenía la percepción de que su escucha fuese diferente a la de cualquier persona. Pero lo era.
Durante años, Paul apaciguó iras, consoló tristezas, repartió consejos, ofreció sonrisas, desenredó dudas, esperanzó incertidumbres, sostuvo espíritus, calmó miedos… y así iba llenando sus días y ocupando sus horas desde que el sol nacía hasta que se ocultaba tras la colina.

De noche, sin embargo, todo cambiaba.
En el preciso instante en que cerraba la verja metálica que cercaba su jardín, cuando desaparecían los sonidos del día y la oscuridad comenzaba a acomodarse en su porche,  el único compañero que se atrevía a compartir mesa y chimenea con aquel viejo chiflado que se empeñaba en vivir en mitad de aquel hayedo era el silencio.
Un silencio tan frío y tan pesado que a veces incluso llegaba a asfixiarle. El silencio lento, lleno de recuerdos que ni siquiera eran suyos. Empeñado en demostrarle la magnitud de su soledad.
Y entonces Paul, deseaba que, por una vez, hubiese alguien que le escuchase a él.


*****************************************************************


Las fotos corresponden al lugar en donde tengo previsto nacer en mi próxima reencarnación. Quien adivine de qué país se trata, quedará invitado a acompañarme.





Comentarios

  1. ?Austria? ?Suiza? No se, esos montañones, esos verdes...
    De todas maneras, precioso, el cuento y las fotos...
    Ah y enhorabuena por tu defensa de la cordura en lo de MR (porque creo que eras tu). Yo ya es que ni me molesto en escribir, he aceptado que no tengo el tiempo, ni la energia, ni las ganas...
    Un supersaludo

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado mucho tu cuento, Paula. Y las fotos son de..., no sé, ehhhh, a ver qué te digo yo ahora... Jó con la nenica de los acertijossss, pareces la esfinge. Estoooo, ¡ya está!: ¡Canadá! o igual no. Pero también hay mucho verde que he visto algún que otro documental en la 2 y es un país que me gustaría conocer y perderme una temporada en sus bosques y lagos.
    Un beso

    ResponderEliminar
  3. En primer lugar, las fotos son de Canadá. ¿Cómo lo has adivinado, Edurne? Luego me lo contarás.
    Siempre he dicho que si algún día me pierdo, seguramente estaré por allí.

    Superwoman, sí era yo la de la defensa de la FIV. Es un tema que me toca un poco la moral, porque lo he vivido cerca, y aunque no tengo formación en biología ni en medicina, en su momento tuve la oportunidad de informarme lo suficiente como para formarme una opinión. Y me toca bastante las narices que haya gente que se crea capacitada para decidir por mí, la verdad. Pero bueno...

    Edurne, confiesalo, en el fondo no puedes resistirte a mis acertijos. Si es que te va la marcha... jajaja

    Un beso para las dos

    ResponderEliminar
  4. Desde luego tanto pensar, tanto pensar y va la niña y lo acierta.
    En serio el relato me encanta y las fotos son preciosas, si en tu próxima reencarnación estas por allí hazme un hueco, ¿vale?. Besitos. Pepi.

    ResponderEliminar
  5. Es que, esta Edurne es mucha Edurne.
    Pepi, será un placer encontrarme contigo en ésta y en próximas reencarnaciones, en Canadá o en la Chirricoca. Con buena gente cerca lo de menos es donde.
    Te debo un correo.

    ResponderEliminar
  6. Mira, ayer estuvimos en casa de unos amigos que se han hecho 15 dias en Canada en camper... la verdad es que es precioso.
    Un supersaludo

    ResponderEliminar
  7. ¡Ay qué envidia! Si no estuviera tan lejos...

    ResponderEliminar
  8. Criaturas, que he visto un puñao de documentales y Canadá es un país que siempre me ha llamado mucho la atención conocer, incluso vivir allí una temporada no me importaría. Por eso reconozco sus montañs y sus lagos (o eso creo)en cuanto los veo. Paula, ¿y si nos perdemos por esos bosques?
    Besos

    ResponderEliminar
  9. ¡Uy! No me lo digas dos veces...
    Os voy a contar un secreto. Hace ya bastantes años conocí a un chico canadiense absolutamente encantador que me descuadró todos los esquemas.
    Desde entonces me empezó a interesar todo lo que procedía de allí, y tengo la sensación de que hay algo de mí en aquel país. Es algo curioso, porque del chico apenas recuerdo el nombre y poco más, pero el país... eso sí que me enamoró hasta las trancas.
    Y tengo que ir algún día.

    ResponderEliminar
  10. A mi me parece y creo no equivocarme, Canadá, se me hace muy familiar ese paisaje y no me parecería extraño que quieras nacer allí, a mi también me gustaría, canadá es hermoso he inigualable y a cualquier época del año y cuando nieva y el frio hasta es acariciante y lleno de ensoñación, me encanta.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Comenta, que algo queda

Entradas populares de este blog

Pequeños Misterios: Relato de Fan-Fiction

Junto a la hoguera

Alexa