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Mostrando entradas de enero, 2011

Hablando de expectativas

El otro día leía en el blog " A veces mujer, siempre mamá" que las decepciones suelen ser una mera cuestión de expectativas. Es una reflexión interesante que, tirando del hilo nos puede llevar justo al lado opuesto: cuando no esperas nada de alguien, el gesto más pequeño será una sorpresa. Esta semana he tenido la ocasión de sonreir gracias a un pequeño guiño que no esperaba. Es una sonrisa agridulce, pero sonrisa al fin y al cabo, que hoy puede ser incluso un pequeño punto de apoyo sobre el que apuntalar mi autoestima. Y continuar avanzando gota a gota y minuto a minuto. A veces nos quedamos anclados en un análisis estático de las cosas. Yo hace tiempo que asumí que no soy perfecta, pero lo importante es que la conclusión no se detenga ahí, porque la evolución de esa imperfección sí que puede estar en mis manos. Y hoy sé que mañana puede ocurrir cualquier cosa, y que la opción de convertirlo en oportunidad o amenaza depende en buena parte de mí. Una vez leí que no podemo

Ejercicio de escritura rápida

Este es el resultado de un ejercicio de escritura rápida que propuso Alicia en nuestra última reunión del Club de Escritura. El requisito del texto era que contuviese la siguiente frase de Quevedo: "La envidia es flaca y amarilla porque muerde y no come" Y esto fue lo que me salió a mí. Aunque lo curioso de estos ejercicios es comprobar como cada cual los resuelve de una manera totalmente diferente al resto. La envidia es flaca y amarilla porque muerde y no come. Es perra, pero ese perro que va de caza, que acosa a su presa, la persigue, la despedaza con los dientes, para luego despreciar el trofeo y arrojarlo en manos de otro. La envidia es flaca porque se autoconsume. La desgastan los celos, los malos deseos, la fiebre por hartarse de algo que realmente no quiere. Se muere de ansiedad, se emborracha de ambiciones, pero no aspira a nada. No desea. Simplemente pretende que tú no tengas. Y con su palidez hepática, hinchado su hígado de voces desesperadas, la envidi

Cosas que me hacen sentir bien

Ayer (por fin) tuve una relajante tarde de peluquería. Ya sabéis, esos lugares de terapia encubierta a los que solemos ir para sentirnos realmente bien. Una tarde de peluquería implica: - Leer esas revistas que nunca comprarías, pero que en el fondo (y aunque jamás lo reconocerías) te encanta ojear. - Dejarte mimar por esas manos expertas en masajes capilares, y redescubrir terminaciones nerviosas que no recordabas que existieran. - Sentir ese hormigueo en el estómago que implica la aventura de permitir que la peluquera te meta las tijeras un poco más de lo habitual. - Mirarte al espejo y sentirte guapa, por fuera e incluso también por dentro. Y ayer además, al  placer habitual sumé el de disfrutar de la voz de Brian Adams. No sé qué tiene ese hombre, pero cuando lo escucho es como si todo lo demás se desvaneciera. Os dejo con él, y como no tengo constancia de que aquí entren hombres, he elegido este tema "porque nosotras lo valemos" BUEN FIN DE SEMANA http://www.

Tachando días (Poema para crisis existenciales)

Recopilo hilos de instantes. Sabores que persisten con la terquedad suicida del torpe gato escaldado que no quiere huir. Y voy contando mis canas por fracasos. Y alrededor de mis ojos labro los años con surcos de araña, atrapando sueños huecos que se quedaron pegados hasta morirse. Pero está tan gastado el filo de las sábanas, tan terco el polvo, tan monótono el ripio de cada mañana. Es tan fría la esperanza, que hoy no me planteo ni quien fui ni qué me queda. Hoy solo soy un cuerpo errante hasta mañana. Y mañana será hoy sucesivamente. Idéntico, anodino, lineal, sin más distorsión que mis propios ecos por aferrarme a un pasado que ya no vuelve.

Nos encanta este vídeo

Por el cuento, por la animación, por la banda sonora... Observad el detalle de los cuadros familiares... es buenísimo.

Ensayo y error

El día que deje de equivocarme, dejaré de aprender. El día que deje de aprender, no tendré nada que hacer aquí. El error es el mejor maestro, y ya se sabe que equivocarse es de sabios. Sí, ya sé que el refrán habla de rectificar, pero para rectificar habrá que equivocarse antes ¿no? Y por encima de todo, mis errores me enseñan a ser más benevolente con los tropiezos ajenos. Asumir que no se es perfecto es dar pequeños pasos en el camino para ser feliz. Y es que a veces nosotros mismos somos nuestros peores jueces.

Amigos

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Hay amigos que siempre están ahí, latentes a pesar de la distancia, a pesar de que cada cual haga su vida, de que parezca que sus caminos se bifurquen respecto al nuestro.  Hay amigos con los que tan solo hace falta comenzar a hablar, y todo retorna: La frescura,  las ganas de contarlo todo,  el desahogo,  la facilidad para escuchar sin juzgar,  la necesidad de aportar, las risas, los recuerdos... Y el reloj vuela... Seguro que os ha pasado más de una vez.  ¿O seré yo que me enrollo como las persianas?

Morderse la lengua

A veces cuesta... y cuando no lo consigues te quedas con una sensación extraña en el cuerpo. Por un lado sabes que has hecho bien en no callarte, por otro lado sabes que el tono y las formas no han sido los más correctos, pero hay discursos que sacan lo peor de una, y en esos momentos te preguntas cómo has podido resistir a tantos eventos sin saltar mucho antes. Tal vez ese sea el problema después de todo, que no vale la pena morderse la lengua, porque al final una acaba acumulando ganas, y cuando se salta se hace perdiendo las formas. Y todo salpica. Efectos colaterales de tanta celebración navideña. A propósito del tema, me ha venido a la memoria un relato de Nieves , una compañera del Club que, además de una escritora estupenda (esto no lo digo yo, esta sobradamente reconocido) es una buena amiga. No os preocupéis, la cosa no llegará a esos extremos... Lo prometo.