De batallas y vasos que rebosan

Existen distintas formas de perder una batalla. Con honor, lo cual suele ocurrir en escasas ocasiones, por errores propios, por alta traición o por desangramiento.
Perder una batalla puede ayudar a levantarte y continuar con la lucha con más fuerza. Al fin y al cabo, eliminar un frente que no llevaba a ninguna parte, puede hacerte ganar tiempo, luz y energía para el resto de las batallas del día a día.
Pero sin darte cuenta, sutilmente, vas añadiendo pequeñas gotas en el cáliz de tu vida. Gotas de sangre o gotas de lágrimas. Y aparentemente no ocurre nada. ¿Qué importa una simple gota? 
Hasta que un día, por una sucesión de casualidades, las gotas se convierten en pequeños océanos. Y sientes que te ahogas sin motivo.

Sangre, Sudor y Lágrimas que van llenando el vaso a fuerza de fracasos, decepciones y derrotas.

Este fin de semana colgaré un relato que espero pueda ayudar para los momentos en los que haya que achicar agua.
 De momento sólo existe dentro de mi cabeza, pero en cuanto tenga un rato lo escribo para vosotros. Porque nadie está exento de desesperanza.
 Por si sana.

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